Vaya semanita. De sentirme totalmente orgullosa de mi persona por haberme enfrentado al miedo de hablar en público en alemán, a querer ir con una bolsa en la cabeza por la calle porque literalmente me he dejado el pelo peor que nunca. Qué superficial.
Es increíble lo que podemos hacer para nosotros mismos y en contra nuestra. Esta naturaleza autodestructiva que tenemos todos y que a veces asoma su cabecita y no sabemos por qué.
Tal vez me esté poniendo en un plano muy personal y sacar demasiado de mí en esta actualización, pero hoy lo necesito. Hoy os tengo como mi «querido diario» 🙂
Me gusta mucho retarme a hacer cosas que no haría a veces por miedo, timidez, inseguridad, porque me hacen crecer como persona y porque así me doy cuenta de que no es tan difícil conseguir hacer ciertas cosas en la vida, sólo hay que proponérselo y ser constante. La satisfacción que uno experimenta cuando ha conseguido llegar a donde quería o al menos cerca de la meta es indescriptible. Y eso es lo que experimenté esta semana.
Decidí que ya era hora de perderle el miedo a hablar en alemán en público. Hace poco me cambié de clase en mi curso de este idioma tan complicado y estoy con un grupo que está bastante adelantado en comparación al nivel que yo tenía. Los primeros días llegaba a casa agotada sin saber por dónde empezar y confundida por no saber si sería capaz de alcanzarles y no sentirme que siempre iba un paso por detrás.
Poco a poco he ido cogiendo ritmo y a finales de la semana pasada mi profesor me propuso si quería hacer una presentación para mis compañeros, ya que el tema que tocábamos esta semana era nutrición y salud. Ya se pueden imaginar ustedes lo contenta que me puse y sin dudar medio segundo le dije que sí. El día elegido, este miércoles. No es que fuera una presentación para optar a un premio de la Academia de las Lenguas Germánicas, pero era importante para mi progreso.
Según iban pasando los días más me acojonaba, me estaba dando cuenta de la cantidad de vocabulario que tenía que aprender, de lo desastre que soy con la gramática y de la que se me estaba avecinando. Cada día más insegura, pero sin ir ni un sólo paso hacia atrás. Había dado mi palabra y aunque la cagara, lo iba a hacer.
Llegó el miércoles y allí estaba yo con mis papelitos e información que había recopilado en alemán sobre intolerancia al gluten ( COMO NO jaja), todo organizadito para mis compañeros y yo con los «aguacates», por no decir huevos, de corbata.
Empecé a hablar, la clase y el profesor me miraban fijamente y escuchaban. Yo sudando como un pollo. En algún momento el profesor me corregía la gramática, lo que me jodía el ritmo, pero es lo que hay. De repente me doy cuenta de que la clase está realmente interesada y que entienden de lo que hablo, subidón. Me voy relajando cada vez más y a lo tonto termino de decir todo lo que tenía que decir y para mi sorpresa mis compañeros me empiezan a hacer preguntas, lo que significa que me toca improvisar y contestar EN ALEMÁN sobre nutrición, y lo bordo. En total algo más de media hora.
Me senté en mi silla y cuando me di cuenta de que lo había hecho, de que ya se acabó , que lo había logrado, me invadió una sensación de triunfo y alegría inexplicable. Sin casi quererlo, di el primer paso hacia a lo que en un futuro no muy lejano me gustaría dedicarme: dar charlas sobre nutrición y hacer talleres.
Si conseguí asomar el hociquillo haciéndolo en alemán aunque fuera tan sólo para mis compañeros de clase y no morí en el intento, hacerlo en mi propia lengua va a ser bastante menos «doloroso». Me demostré a mí misma de que puedo, de que si de verdad quiero hacer algo y me lo propongo y aunque tenga mis dudas sobre mis capacidades, uno mismo es el único que se pone las barreras y obstáculos mentales. Una vez nos quitemos esas ideas estúpida de la cabeza, todo es posible.
Ahora, sí lo que no entiendo es por qué narices, sabiendo que iba a acabar en un drama capilar, me empeñé en que tenía que hacerme las raíces del pelo justo el día antes de que mi novio viniera a visitarme y destrozarme el pelo. Ya os imaginaréis el panorama.
Autoestima, seguridad en mí misma y actitud por los suelos. Me han tenido que cortar el pelo megapequeñito y lo tengo amarillo pollo. Y no puedo darle ningún color más porque si no me quedo sin pelo.
Pero me da igual, he hecho una presentación en alemán de media hora delante de toda mi clase y al día siguiente 2 de mis compañeras en vez de traerse un bollo de pan, o sea bomba de gluten, se han traído fruta para comer en la pausa y me dijeron que hicieron el cambio porque querían probar una dieta sin gluten una temporada. Por mí, como si me quedo calva, el pelo siempre vuelve a crecer. Y olé!
Feliz último fin de semana de Carnavales a los que lo están celebrando y a los que no también feliz fin de semana!!
Muáh!